sábado, noviembre 29, 2003

Homo homini lupus est.

(Aviso: és llarg, però se m'ha desperat la vena columnista i no ho he pogut/volgut evitar. Bessitos a tots/es)

Sabéis, hace tiempo me di cuenta que, en el mundo en el que vivimos, por lo visto, y siguiendo un extraño ritual de comportamiento humano, quienes muestran una actitud de buena fe para con los demás suelen ser víctimas de las tomaduras de pelo, abusos o burlas de sujetos que los toman por enclenques mentales, débiles e incluso ingenuos. Dichos sujetos se nos muestran (aunque muchas veces se quedan sólo en intento) como conocedores de la verdad absoluta, seres mucho más fuertes, inteligentes y hábiles que el resto de los mortales y como dueños de todo lo que se propongan. Son individuos que se creen que son algo y que pueden comerse al mundo a costa de lo que sea y de quien sea.

Para todos aquellos que alguna vez se han encontrado ante la presencia de tales personajes, y que han sentido esa ebullición de la sangre recorriendo todo su cuerpo y la sensación de impotencia ante tal cúmulo de imbecilidad humana, os voy a contar un pequeño secreto. Estos fantoches que deciden hacer rallies con el coche en medio de la ciudad, que se abren paso en las colas a codazos, que en lugar de hablar berrean, y que están deseando el más mínimo amago de provocación para soltar una coz, en sus vidas privadas son tristes hombrecillos grises a quienes les grita su jefe, a quienes su mujer les ordena y manda, a quienes les carcomen las frustraciones (que no, que el tamaño no importa... tanto) y a quienes, a parte de tener probablemente una vida sexual bastante paupérrima, los complejos no les permiten aguantarse tal y como son en realidad.

Así pues, la próxima vez que os topéis con alguno de estos bufones de corte, os propongo un sutil cambio de punto de vista. En lugar de permitir que os alteren y envilezcan con su pobreza de espíritu y su falsa apariencia de lobos, vedlos como lo que realmente son, como corderos rabiosos con un claro complejo de inferioridad. Dejad que crezca esa sonrisilla interior que a todos se nos dibuja dentro de vez en cuando, recordad que no ofende quien quiere, sino quien puede, y pensad que cada mañana al levantarse, y como condena eterna, su cara es lo primero que ven en el espejo.