Y el genio pasó...

Frío. Distante. Pero más Dylan que nunca. Apenas acarició en un par de ocasiones su mítica guitarra para devolverla a continuación a su ayudante. El público protestaba, pero bajito, como sin querer molestar. Robert Zimmerman (1941) se dedicó en cuerpo y alma a su piano. Sin descuidar tampoco la armónica.
Dispuesto a un lado del escenario, volcado sobre el teclado, Dylan se cerró en su mundo y apenas si dijo un 'gracias' cerca del final, justo antes de presentar a su banda.
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